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Cacao, Café, Caña de Azúcar, Digital Jengibre, Muérdago, Mandrágora, Peyote, Arroz, Tomillo, Cardo, Celidonia

CACAO

Los marineros que seguían a Cristóbal Colón no sabían que, probando por primera vez los granos que cogían de los árboles que los aztecas llamaban cacahuatl, estaban iniciando una próspera industria internacional: la de la fabricación y explotación del chocolate.
No vamos a explicar aquí la historia del chocolate, pues nos interesaremos por la del cacao, que es anterior. Para los aztecas el fruto del cacahuatl era un alimento digno de los dioses y el árbol que lo producía se encontraba en un sitio parecido al Edén bíblico. Así es como los botánicos atribuyeron al cacao el nombre genérico griego de theobroma, «alimento de los dioses». Los descendientes de aztecas consumieron sus frutos.
Los comían, bien directamente cogidos del árbol -cuyo pequeño tamaño y sus flores blancas lo asemejan al cerezo-, bien después de haber preparado una bebida, el chocolatl, a partir de la manteca del cacao, es decir, la grasa que se extraía del fruto, a la que se añadía miel, vainilla y guindillas.
Esta mezcla tenía virtudes tonificantes y afrodisíacas. Subrayemos que los frutos del cacahuatl tenían tanto valor para los aztecas que los utilizaban como moneda de cambio. Para ellos, los granos de cacao tenían el valor de las pepitas de oro. De la simiente del cacao se extrae la teobromina, un producto químico natural que también se encuentra en el té, el café y la cola, conocida por su acción diurética.
En cuanto a las supuestas virtudes afrodisíacas del cacao, tendrían su origen en que los aztecas, y más tarde los mejicanos, aliñaban su chocolatl, o bebida de chocolate, con guindillas.

CAÑA DE AZÚCAR

Derivado del griego kanna, «caña», que designaba a una caña pero también a un instrumento de música y cuyo nombre fue empleado más tarde para el cañón, la caña de azúcar no es una caña cualquiera; es una caña de azúcar, palabra que viene del árabe sukkar, que a su vez proviene del sánscrito árkara, «grano», que asimismo ha dado el griego sakkharon.

La sacarosa se ha convertido, pues, en el nombre químico del azúcar extraído de la caña, pero también de la remolacha, que, como se sabe, cuando se calienta a alta temperatura, pierde agua, adopta un color pardusco y se transforma en caramelo. Así pues, como puede deducirse de su propia etimología, la caña de azúcar es originaria de la India. Importada por Grecia en el siglo I de nuestra era, se empleaba sobre todo con fines medicinales. Luego, los árabes la cultivaron y los europeos la descubrieron, con muchas otras riquezas, en las primeras colonizaciones que fueron las Cruzadas.
Como también su etimología da a entender, los símbolos y mitos relacionados con la caña de azúcar lo están asimismo con la caña silvestre. La caña es un símbolo de fragilidad del hombre, pero también de su flexibilidad. Sin emtiargo, cuando está seca, se revela más resistente, al igual que el hombre que, madurando, también lo es. Además, la caña es también un tubo. Y como tal, fue comparada con la flauta mágica de poderes sobrenaturales que utilizó un dios para! crear el mundo, según ciertas leyendas míticas.
Para los derviches giróvagos, la flauta de caña y el hombre consagrado a dios son una única y misma cosa. Son sobre todo las raíces de la caña de azúcar las que se emplearon en forma de poción debido a sus efectos saludables en las inflamaciones reumáticas causadas por la gota o por fuertes accesos de fiebre. También son conocidas por sus propiedades diuréticas, puesto que favorecen la eliminación del ácido úrico. Comprendemos por qué los griegos, y después de ellos los romanos, apreciaron más sus virtudes medicinales que su sabor

CAFÉ

El famoso qahwa de los árabes, nombre de donde proviene nuestro café actual, inicialmente designaba una bebida preparada a partir de los granos del cafeto. Sin embargo, es posible que esta palabra árabe provenga a su vez de un término mucho más antiguo, ya que el cafeto fue importado de Alta Etiopía a Egipto, Persia y Arabia -especialmente en la región de Moka, en el Yemen, que lleva el nombre de una gran cosecha de café-, mucho antes de su aparición en Europa, en el siglo XVII, donde obtuvo un éxito fulminante.
En todo caso, antes de ser capaces de torrefactar los granos del cafeto, es decir, antes de saber calentarlos con el fin de extraer los aceites aromáticos con unos efluvios y un gusto tan agradables, se consumían seguramente después de pelarlos, triturarlos y luego hervirlos en agua como parece que se hace todavía en Etiopía.
Por otro lado, todo deja suponer que la torrefacción del café no tiene más de cinco o seis siglos, puesto que no ha subsistido ninguna leyenda mítica sobre el café en Etiopía. Recordemos que ese país fue el reino de los sábeos, de donde fueron exportados los inciensos y las especias de Arabia al Medio Oriente, Oriente y Europa, e incluso Asia, durante los cinco primeros siglos antes de nuestra era aproximadamente.
En cuanto a las propiedades del café, se supone que estimulan las facultades cerebrales y favorecen la actividad muscular. Dichos efectos se deben a la cafeína, un alcaloide natural idéntico a la teobromina (véase el cacao), que se encuentra en estado libre en el café verde, pero también porque el café es rico en prótidos y en lípidos y contiene magnesio y potasio.
Se la considera, pues, una bebida euforizante, que puede tener efectos excitantes, pero también tónico-cardíacos, es decir, que producen un estímulo del ritmo cardíaco. De ahí que, en grandes dosis, pueda ser la causa de insomnios, de problemas nerviosos, de taquicardias y, a veces, incluso de estados depresivos.

             Cacao                         Café                         Caña de Azúcar               Digital                         Jengibre                    Muérdago

    Mandrágora                     Peyote                           Arroz                             Tomillo                        Cardo                         Celidonia

DIGITAL

Digitalis, su nombre latino, que significa «del grosor de un dedo» le fue dado a causa de sus flores púrpuras dispuestas en corolas tubulosas a lo largo de su alto tallo y cuya forma evoca la de un dedo de guante o una dedalera.

Así pues, en algunos países, no sin cierta ironía, voluntaria o no, se ha llamado a esta planta tóxica y mortal «guante de Nuestra Señora», o más simplemente «guante de pastor»; mientras que en otros, tal vez más conscientes de que su bello aspecto disimula dudosas virtudes, la han llamado «guante de zorro», haciendo alusión a la astucia proverbial de este animal.
En todo caso, a partir de una pequeña cantidad de sus hojas o en decocción, puede provocar náuseas, vértigos y mareos, a veces incluso delirios, y también vómitos y diarreas, a la vez que, poco a poco, el pulso cada vez va más lento y, por último, se produce una fibrilación cardíaca mortal. Sin embargo, como sucede casi siempre con los productos naturales, el mal, si se emplea correctamente, puede también hacer el bien.
Actualmente, ya nada pone en duda la virtudes benévolas, salvadoras y estimulantes de la digitalina, principal constituyente químico activo en esta flor, que fue descubierto en el siglo XIX, pero del que nuestros antepasados apreciaban ya los beneficios desde tiempos inmemoriales; puesto que el hombre siempre ha tenido el corazón enfermo. Consecuentemente, la digital ocupa un lugar importante en las consultas de las farmacias fitoterapéuticas.
Digitalis purpurea es el producto homeopático para las afecciones cardíacas. En cuanto a la digitalina, los médicos alópatas la prescriben para disminuir el ritmo cardíaco, reducir la tensión arterial y aumentar el tiempo entre los latidos del corazón.

JENGIBRE

Del griego zingiberis, el jengibre en realidad toma su nombre de una raíz etimológica tamil, lengua del sur de la India, también su país de origen, y significa «cuerno». Sin embargo, en la Antigüedad, fue sin duda importado incluso desde Arabia, ya que más tarde, especialmente en la Edad Media —época en la que era bastante apreciado en Europa—, provenía tanto de los países árabes como de la India.

El que se cultivaba en Arabia era muy buscado por sus cualidades y su sabor. También en la Edad Media, se hacían bizcochos y galletas de jengibre que, además de su sabor delicado, tenían la fama de poseer virtudes laxantes, de depurar la sangre y prevenir contra numerosas enfermedades.
También se preparaban licores y elixires muy sabrosos, de propiedades digestivas, utilizando la raíz de esta gran
planta tropical, de hojas estrechas, flores blancas estriadas de púrpura y odoríferas. Se maceraba en vino o cerveza. Actualmente todavía la cerveza de jengibre canadiense sigue teniendo buena reputación. También se utilizaba como cataplasma para estimular la circulación de la sangre.
Pertenece a la categoría de las especias y podía utilizarse mezclada con salsas o como aroma en repostería. Pero desde la más alta Antigüedad, sus poderes afrodisíacos debidos a su acción revulsiva (que provoca una afluencia de sangre hacia los órganos periféricos) es célebre en el mundo entero. En este caso se utiliza el rizoma o raíz del jengibre.
Se reduce en trocitos o, mejor, en polvo, después se deja secar y luego se prepara en infusión. Por último, un baño de aceite de esencia de jengibre tiene la fama de prevenir el reúma.

MUÉRDAGO

Su nombre procede, probablemente, de la palabra vasca muirtako, con la cual se designaba el «visco», esa especie de pegamento que da la propia planta y que se emplea para cazar pájaros. El muérdago es una planta parásito, que crece en el roble, pero muy excepcionalmente, como bien sabían los druidas celtas y galos.

En cambio, se halla frecuentemente en el olmo, el pino, el álamo y, sobre todo, el manzano, así como en el sauce y el tilo. Por su escasez en el roble, los druidas celtas y galos le dieron ese valor simbólico, mágico y sagrado tan grande.
Además, aunque sus flores salen a principios del verano, por alguna razón nunca se abren hasta la primavera siguiente. Por otro lado, este arbusto tiene la capacidad de permanecer verde, incluso en los lugares más oscuros y fríos, y así durante todo el invierno. Todavía verde era como los druidas recogían el muérdago en el sexto día después de la Luna nueva, para celebrar el Año Nuevo lunar, que más o menos se corresponde al 1 de noviembre de nuestro calendario, durante la noche de Samain.
Era el símbolo de la regeneración y de la inmortalidad del reino vegetal por excelencia, de la vitalidad y el vigor eternos. Ahí reside la razón por la cual, para los celtas, el agua de roble, una decocción de hojas de muérdago endulzado con miel o mezclado con aguamiel, o vino de miel, tenía el poder de curar. Es cierto que para los celtas, así como para los griegos y los romanos, el muérdago era la cortisona de la Antigüedad.
De manera que se empleaba para combatir los vértigos, los malestares, los zumbidos en el oído, las palpitaciones, síntomas que hoy reconocemos como los de la hipertensión, así como todos los espasmos, convulsiones, crisis nerviosas y epilepsias. El muérdago era muy beneficioso en caso de asma y de tos ferina, para detener la tos y aliviar la migraña.

MANDRÁGORA

La Mandrágora, a la cual los griegos dedicaban un verdadero culto —vieron en ella una forma humana y le concedieron unos poderes de carácter mágico—, para los asirios, egipcios, griegos y romanos era lo que el ginseng fue para los asiáticos.

Pero así como el ginseng siempre suscita tanto interés en los hombres de Asia, y ahora en Europa y Occidente, parece que la mandragora -que tuvo reputación de ser una fruta satánica, durante la Edad Media-y sus virtudes, aunque ricas y valiosas, pero peligrosas, no interesan mucho actualmente, ya que éstas pueden resultar fatales.
En efecto, la mandrágora contiene un veneno mortal, la atropina, que toma su nombre de Átropos, una de las tres Parcas o divinidades del destino de la mitología griega, que tenían la función de hiladoras del destino humano, cuyo hilo se encargaba de cortar. Al respecto, la mandragora presenta muchas similitudes con la belladona.
Sin embargo, lo que distingue a estas dos plantas —aparte de que no tienen el mismo aspecto, la raíz de la mandragora puede alcanzar hasta 60 centímetros y recuerda la estructura de un cuerpo humano, mientras que la planta visible aparece bajo la forma de largas y anchas hojas que recubren el suelo sin elevarse- son las propiedades afrodisíacas de la mandragora, que le valieron el nombre de planta fecundante. También era utilizada por sus virtudes somníferas, alucinógenas y anestésicas.
En la Edad Media, tanto por sus efectos como por su forma, se convirtió en un talismán muy buscado, que se empleaba para atraer el amor y protegerse de los maleficios.

PEYOTE

Es un pequeño cactus grisáceo sin espinas que se encuentra exclusivamente en los altiplanos y mesetas desérticas del norte de México, y cuya raíz casi siempre es dos veces mayor que la planta misma.

Su nombre viene del nahualt, el lenguaje de los antiguos mayas, y su pulpa contiene una sustancia alucinógena que los mexicanos llaman mezcalina, la mescalina. Los aztecas la llamaron teonanacatl, es decir, «carne divina».
Actualmente, en el noroeste de México, los indios coras y huichols -cuyas lenguas y cultura todavía están impregnadas de las de sus antepasados- muestran una verdadera veneración por esta planta mágica y mítica, y realizan un ritual complejo bajo la dirección de un chamán, durante el cual los peregrinos deben purificarse antes de consumir un trozo crudo de este cactus de gusto amargo.
Por supuesto, el chamán, para aumentar sus dones de curandero y adivino, también utiliza el peyote. Debemos saber que los mayas y los aztecas empleaban dicha planta y aprovechaban sus virtudes alucinógenas para fines iniciáticos. Para el chamán, el bienestar es una cuestión del espíritu.
Ahora bien, según él, todo es espíritu y este mundo que llamamos real no es más que una visión, una emanación del espíritu o su reflejo. Gracias al peyote, puede tocar con los dedos y con el alma esta realidad más pura, profunda, absoluta que es la del espíritu.
En Occidente, en los años sesenta, los adolescentes a menudo utilizaban una sustancia química derivada de la famosa mezcalina. Pero fuera de su contexto iniciático, el peyote tiene efectos perversos, más cercanos a la locura psiquiátrica que a la revelación espiritual.

ARROZ

Todos sabemos que este cereal, del cual existen más de 3.000 variedades, fue y sigue siendo el alimento básico de miles de millones de seres humanos. De manera que se producen más de 500 millones de toneladas de arroz cada año en el mundo, pero evidentemente es en Asia, de donde esta planta es originaria, donde se consumen más de las tres cuartas partes del mismo.

Según una leyenda mítica china, llegó enviado por los dioses, que mandaron a cinco personajes a lomos de cabras, llevando cada uno una espiga de los siguientes cereales: avena, trigo, mijo, cebada y arroz. Tales personajes fueron a visitar la ciudad de Cantón y le entregaron al hombre dichas plantas. Se han encontrado restos del cultivo de arroz en Tailandia, que datan del V milenio antes de nuestra era.
Por lo cual puede asegurarse que Oryza sativa, según su nombre latino, es una planta originaria del continente asiático. Además, casi se convirtió en un alimento sagrado para los chinos a partir del III milenio antes de Cristo. Sin embargo, su nombre sánscrito, vrihi, de donde deriva su nombre actual, podría hacernos creer que la cuna de esta gramínea es la India, y no Tailandia o China.
A continuación, parece que se introdujo en Irán, a partir del siglo V antes de nuestra era y que, desde allí, conquistó Siria, Mesopotamia, Egipto y, luego, Europa. Este cereal es muy rico en vitaminas A, B1, B2 y B6, así como en calcio, fósforo, hierro, potasio, sodio, magnesio, cloro, yodo, cinc, flúor e incluso arsénico, entre otros. Pero además de ser nutritivo y energético, el arroz posee otras virtudes. El agua de arroz, por ejemplo, es un excelente remedio contra la diarrea y la hipertensión.

TOMILLO

El origen etimológico griego de su nombre significaba «ofrenda que se quema, perfume, aroma». Así que los griegos quemaban hojas de tomillo secas, de cuyo humo se desprendía un perfume dulce, como ofrenda a sus dioses y como muestra de agradecimiento. También el tomillo que encontramos en estado salvaje en las colinas que rodean el Mediterráneo, y del cual existen muchas especies, exhala de forma natural un perfume muy agradable.

Sin embargo, desde la más alta Antigüedad, el tomillo y el serpol, que es una variedad del tomillo, además de considerarse plantas sagradas, se utilizaban comúnmente para fines culinarios, terapéuticos y estéticos. Los antiguos ya conocían los principios estimulantes, tónicos y balsámicos —contiene un bálsamo natural capaz de suavizar las mucosas respiratorias— y, sobre todo, antisépticos, del tomillo.
De manera que sabían que las infusiones de tomillo eran milagrosas para curar los catarros, combatir la angustia y la ansiedad, eliminar las malas ideas, estimular las funciones digestivas, curar el asma, y también eran conscientes de que la decocción de las hojas de esta planta, o su esencia mezclada con agua en un baño, revivifica el organismo y alivia los males reumáticos o artríticos.
Los ingleses tenían por costumbre mezclarlo con cerveza. Según ellos, esta bebida de gusto sabroso les daba fuerza y valor. Señalemos de paso que el timo (antiguamente relacionado con el tomillo), que es una glándula situada en la base del cuello, más aparente en un niño que en un adulto, tiene un papel esencial en el sistema inmunitario y simboliza, pues, la vitalidad de un ser.

CARDO

(Dipsacus)


Bañando el Cardo en jugo de Mandragora (Atropa Mandragora) y dándolo a comer a cualquier animal hembra, la bestia quedará preñada al instante, y dará vida a un hijo de su misma raza.

Bañando en el jugo del Cardo el diente molar de una Hiena hembra, y tocando con él cualquier comida o bebida, aquellos que la coman o beban empezarán a reñir ferozmente

CELIDONIA

(Chelidonium majus)
Quien lleva encima la Celidonia junto a un corazón de Topo, vencerá a sus enemigos, triunfará en todas las batallas y prosperará en sus negocios.
Poniendo la Celidonia en la cabeza de un enfermo, si está destinado a morir se pondrá a cantar, y en caso contrario se echará a llorar.

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